Hay que caminar hacia la hora perfecta con la cabeza erguida y el ritmo justo que da el compás de los sueños.

lunes, 26 de marzo de 2012

Mis inicios

Como la inmensa mayoría de la gente de mi época que conozco (nací en 1978), mi primer contacto con una bici fue siendo un niño.
Poco antes de mi comunión (sí, sí, hice la comunión, aunque no vestido de marinerito, pero la hice) allá por el año 1986 me regalaron una bici "de las grandes" tipo a las bmx de ahora pero con el sillín más alto. Lo que por entonces se conocía como una bici todo-terreno. Una Orbea Galaxy: ruedas amarillas, cuadro azul metalizado... (ahora lo pienso y me da vértigo, pero entonces era lo que había... Y la palabra a usar era: molaba)
Unos días más tarde mi padre y yo bajamos al descampado de al lado de casa para que me enseñara a ir en bici, sin ruedines, porque esta bici era mayor. El recuerdo de aquella situación es más o menos como sigue:
- Venga ¡Monta! Yo te sujeto por el sillín.
- Y yo ¿qué hago? (Pues ponte a coser algo, ¡no te jode! A veces hacemos cada preguntita...)
- Dale a los pedales que yo iré detrás corriendo y sujetándote.
Y así empecé a montar en bici. A la segunda vuelta al descampado vi a mi padre apoyado en una valla leyendo el periódico. Lo siguiente fue asustarme y darme mi primera nata. Así también inauguré en el mismo día mi casillero de caídas.

El resto hasta la fiebre bicicleteril que tengo hoy os lo dejo a vuestra imaginación. Tampoco hay mucho material reseñable. Salidas con los amigos del barrio, alguna caída más... Lo que decía, nada reseñable.

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